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Lectora omnívora 2021


Una lectora omnívora comparte 2021

 

«Quien no lee, a los 70 años habrá vivido una sola vida, ¡la propia! Quien lee habrá vivido 5.000 años: estaba cuando Caín mató a Abel, cuando Renzo se casó con Lucía, cuando Leopardi admiraba el infinito… Porque la lectura es la inmortalidad hacia atrás». 

 

Umberto Eco

Para mí leer es un placer. No es un reto conmigo misma ni con nadie. Es mi forma de conectar con el conocimiento, con el modo en que otros conciben el mundo. Descubrir diferentes maneras de acercarse a la realidad o a la ausencia de esta.  

En términos de género no tengo límites. Depende del día, de la hora, del ánimo. Lo que me importa es que estén bien escritos, que la historia esté hilada con corrección y que pueda sentirme imbuida en las emociones y pensamientos de los personajes.

2021 fue un año de múltiples lecturas 266 para ser exacta. Visite casi cien mil páginas. Sin contar los libros que abandoné ya que no conecté con ellos. Creo que es uno de los años en que he leído más no ficción. Estuve acompañando a varios escritores en el proceso de construcción de sus libros y quise poder apoyarlos no sólo en términos de edición y estructura, sino de enriquecimiento de su contenido, darles alimento para su proceso.  

Leí ficción contemporánea, poesía, misterio, thrillers, romántica, histórica, fantasía, ciencia ficción, relatos, novela gráfica, juvenil, distopías, terror, novela negra y gótica.

El 51% los escribieron mujeres, releí 18, recorrí el mundo a través de 32 nacionalidades, el 73% fueron en castellano y los demás en inglés… estoy en deuda con leer en catalán (aún no tengo suficiente vocabulario). Hay que anotar que el 80% llegó en audiolibro, aunque también leí en papel y en formato electrónico.

El libro más antiguo que leí fue Orgullo y Prejuicio y el más reciente Profit and purpose que sale en 2022, lo leí como copia avanzada.

He aquí un resumen de los libros que más disfruté mes a mes:

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Que no se nos olvide quién sacude el jarro a diario

 

«Si la libertad significa algo, es el derecho de decirle a la gente lo que no quiere oír».

 

George Orwell

Me genera tanto desprecio la extrema izquierda como la extrema derecha por la misma razón: porque exacerban la necesidad de hacer del otro el enemigo. Es muy normal ver a personas defendiendo a muerte una ideología y para ello se disculpan las malas conductas de los que comparten sus propias ideas y en cambio se vuelven intransigentes frente a las faltas de los contrarios. 

Vivo en Barcelona y no faltará quien piense que soy lejana a lo que pasa en mi país de origen, pero de hecho por vivir fuera de Colombia escucho diferentes voces y fuentes de todos lados. En Colombia tengo familia y muchos amigos y me interesa saber cómo están y ayudar a que cada vez estén mejor. Tengo amigos uribistas y petristas a los que adoro con el alma como seres humanos, pero con quienes no comparto posiciones y no por ello son más o menos, ni lo soy yo. Estoy convencida de que todos creemos que tenemos la razón, que sabemos la verdad y nadie la conoce.

NO admito ni la violencia contra manifestantes Ni la violencia contra la fuerza pública. No justifico en ninguno de los dos casos la violencia. En ambos eventos personas con nombre propio, con familia, con sueños y metas están sufriendo. Eso sí, tengo que decir que la violencia de la policía es más grave porque en la constitución existe una obligación de proteger. Hay una película que se llama A few good men y en el final trae una excelente reflexión sobre el tema. 

     -Downey: What did we do wrong? We did nothing wrong.   ¿Qué hicimos mal? No hicimos nada malo. 

     -Dawson: Yeah, we did. We were supposed to fight for the people who couldn’t fight for themselves. We were supposed to fight for Willie. Si, lo hicimos. Nos correspondía luchar por la gente que no podía luchar por si misma. Debíamos pelear por Willie. 

No quiero entrar a juzgar a los policías que están muertos de miedo enfrentándose a un grupo de gente que también está muerta de miedo. Policías que necesitan más herramientas y menos armas para poder enfrentarse con serenidad a una masa de gente y cumplir con lo que ordena la constitución que es garantizar la convivencia en paz.

Al final lo único que me queda en el corazón y en la cabeza es que estamos permitiendo que nos usen como peones en una partida de ajedrez. Toleramos que el odio se meta en nuestra sangre y consentimos romper con la empatía con esos HP _________ (rellenen el espacio según la posición ideológica). 

Cuenta un dicho popular: “Si recoges 100 hormigas negras y 100 hormigas rojas y las metes en un jarro no pasará nada, pero si tomas el recipiente, lo sacudes violentamente y lo dejas en la mesa, las hormigas comenzarán a matarse entre sí. Las rojas creen que las negras son las enemigas mientras que las negras suponen que las rojas son las enemigas cuando el verdadero enemigo es la persona que sacudió el jarro”. 

Estamos en ese frasco de hormigas negras y rojas. Convivimos tranquilamente mientras no nos sacudan, pero tenemos la mala suerte de que han empezado a tirar el frasco de un lado a otro. La consecuencia es que nos matamos entre nosotros mientras ellos se van tan tranquilos. 

¡Que no se nos olvide quién sacude el jarro a diario!

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¿Cuántos días se necesitan para superar un secuestro?

“Si no perdonas por amor, perdona al menos por egoísmo, por tu propio bienestar”. 

Dalai Lama.

Las vidas de Miguel González y Lucía Rojas fueron marcadas por el secuestro que sufrió Miguel en 2001. El destino de las dos familias se truncó y las llevó a afrontar las consecuencias. 

5.749 días es una historia de amor ambientada en tiempos del postconflicto. Una historia que se encuentra detenidahasta que no sea posible rememorar el pasado sin dolor. Se piensa que las secuelas del secuestro cesan con el retorno a casa, pero los efectos devastadores del trauma parecen más largos que los días de cautiverio. Miguel estuvo en la selva 195 días. No obstante, quince años después las cicatrices del secuestro permanecen en su cabeza. 

El viaje entre memorias colectivas transcurre durante más de 35 años. Tiene escalas en dos países, dos continentes. Bogotá, San Vicente del Caguán, Rivera (Huila), Palmira, Gijón, Barcelona y Suesca. A través de los ojos de los miembros de las dos familias. 

Esta novela reconstruye una realidad que ha existido en Colombia a través de personajes que han salido de mi imaginación. El detonante que me condujo a escribir esta obra fue un recuerdo vinculado al secuestro de mi padre, pero en el camino se fueron sumando pequeños trazos de historias de otras víctimas del conflicto.

En julio de 1995 empezó mi experiencia como víctima y la escritura se convirtió en mi manera de exorcizar el sufrimiento. Durante el secuestro de mi papá le escribí un diario que le entregué el día de su liberación. Este diario estaba lleno de odio, de miedo, de dolor. 

El proceso de escritura de mi novela fue distinto, estuvo marcado por la sabiduría de mi familia, de otras víctimas que me llevaron a pensar en el gran contexto de la guerra y postguerra de Colombia.  Desde la distancia en el tiempo y en el espacio, en 2017 en Barcelona inicié este libro que temía materializar. El ejercicio de la escritura como una forma de catarsis lo realicé en L’Escola D’escriptura del Ateneu Barcelonés, además reconecté con otros colombianos y abrí mi corazón para compartir desde la honestidad mis emociones. 

Con esta novela perdono y me perdono, asumo las consecuencias y sigo adelante. El odio lo superé en 32 días, pero el dolor del secuestro me tomó 26 años: 9.717 días.

 

Te invito a leer esta historia que no es solo mía, es de un país, de una guerra con sus múltiples matices. Te invito a visitar tu librería favorita y comprar 5.749 días. 

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5.749 días ¿De dónde vino la idea?

Odiar no es una necesidad y es posible vivir la vida sin graduar enemigos. 

Cuando empece a estudiar narrativa no tenía claro sobre qué quería escribir. Mi primera intensión fue dirigirme hacia la literatura juvenil ya que me encanta comunicarme con los adolescentes y su intensidad al enfrentarse al mundo.  También había temas que no quería tocar de inmediato y dentro de ellos estaba Colombia. 

El sistema de L’Escola D’escriptura del Ateneu Barcelonès prevé que cada uno de los estudiantes presente textos cortos en los que se practica con las temáticas impartidas en clase. Mi primer texto fue un desastre. Hice un texto corto que estaba escrito para que solo Juana Sánchez-Ortega lo entendiera y fue tal mi vergüenza que decidí que mi siguiente texto tendría que ser impactante.  Durante la semana que antecedió la entrega sufrí porque todo lo que escribía me parecía mediocre o lleno de clichés. La noche anterior decidí escribir desde el corazón. Apelé a mi verdad y esa noche nació Santiago, el hermano de quien se convirtió en mi protagonista. 

El secuestro tocó a mi puerta en 1995, pero yo no quería escribir la historia de mi papá. Quería acudir a las emociones y a la experiencia, pero no quería centrarme solo en él.  Paralelamente tuve la fortuna de encontrar a Helga Flamtermesky y Mujer Diáspora a través de quienes conecté con múltiples víctimas del conflicto armado en Colombia. Dicen que se necesita una aldea para criar a un hijo y 5.749 días fue alimentado por las historias de muchas personas que con generosidad compartieron sus vivencias. No es la historia de una sola persona, es la historia creada a partir de decenas de historias que entretejí para compartir con el mundo. 

He hablado con víctimas de la guerrilla, del ejército, de paramilitares, de narcotraficantes y de todos he aprendido que no existe una única versión de los hechos, que la maldad o bondad de las personas está definidas por su contexto, que perdonar sana, que para dejar atrás ser víctima se requiere darle un final digno a la experiencia y entender que lo que hemos vivido nos ha marcado, pero no nos define. 

Mi papá tenía mil frases. Era un hombre de frases sabias y una de las que más me han marcado es que no hay que graduar enemigos y un día me encontré con el texto de mi  amigo Carlos F. Pardo, en la época previa al Plebiscito de 2016. Siempre lo leo porque comparto muchas de sus ideas, pero al leer el título sentí la voz de mi papá: ¿Necesitamos un enemigo?

A partir de ese momento empecé a escribir fragmentos del libro que en su momento se llamaba Fuimos víctimas y en el que busqué reflexionar sobre las distintas perspectivas, las experiencias que iban más allá de la mía y recordé que si trazas una  línea y le pides a todas las personas del mundo que se pongan los buenos a la izquierda y los malos a la derecha: todos, absolutamente todos, nos ubicaremos a la izquierda… incluso Hitler, porque todos estamos convencidos de que, incluso cuando hemos actuado mal, han existido razones que justificaron nuestra decisión. 

¿Qué paso con el texto que presenté en L’Escola? En el capítulo 21 lo podrás encontrar.  

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Escribir como proyecto

Las palabras son poderosas. Extremadamente poderosas. Es por ello que definir como propósito: Escribir un libro puede llevarnos al fracaso.  Te estarás preguntando si me volví loca al decir esto, pero no. He conocido a muchos escritores fantásticos que se han trazado un único objetivo de escribir su libro y al encontrarse con el archivo terminado no encuentran qué hacer con él. 

El mundo está lleno de libros asombrosos que se han quedado olvidados en un cajón porque quien los parió sintió que había cumplido al teclear el punto final. Tal vez porque mi vida profesional fue marcada desde sus inicios por una palabra: Proyecto, no entiendo que el proceso de escribir un libro, que la profesión de escritora cese en el momento en que se termina de escribir. 

Eloy Moreno, escritor español, lo dice claramente el proceso de escritura es el embarazo del libro y abandonarlo a su suerte tras el parto es un acto infame. En ese momento es cuando tu criatura requiere de toda tu atención. En ese instante superas el concepto romántico de «mi libro» y te enfrentas con la realidad de que este es un producto en busca de su comprador y como tal es indispensable crear todo el entramado para garantizar su éxito. 

El proceso inicia desde el momento en que te decides a escribir. Es importante definir en términos prosaicos tu producto, a quién va dirigido, cuál es el por qué de su existencia y de esta manera diseñar la estructura sobre la cual lo vas a crear. 

Cuando decidí establecer unas jugueterías hice un estudio de mercado, revise los requisitos, las condiciones del sector, cuáles eran los márgenes que tenía como distribuidora, qué tipo de juguetes se estaban buscando, cómo podía comunicarme con mi cliente, etc.  Así como no te lanzarías a escribir sin conocer los mínimos criterios de la gramática y ortografía, es importante entender cómo funciona el mundo editorial y cómo puedo hacer para llegar a más lectores. 

La intencionalidad de nuestras acciones nos permitirá que más allá de unir miles de palabras, logremos dirigir actividades y recursos para cumplir con el propósito que nos hemos trazado con nuestro libro.  

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Mi personaje favorito de Agatha Christie: James Sheppard

Agatha Christie tiene mil y un personajes para coleccionar empezando por Hercules Poirot y miss Marple y sin embargo este siempre será uno de los que más me emociona por la calidad de su construcción.

SPOILER ALERT!!! Siendo una historia policiaca te recomiendo que leas primero el libro o te enterarás de datos que no quieres conocer antes de tiempo. 

James Sheppard es un narrador testigo, lo cual es normal en una novela policiaca tradicional porque permite que veamos el proceso del detective sin estar en su cabeza. ¿por qué es eso bueno? básicamente porque si estuviéramos en la cabeza veríamos todo su proceso de pensamiento, la forma en que registra las pruebas y saca las conclusiones de modo que mucho antes de lo que el autor querría sabríamos quién es el asesino. Y si estando dentro de la cabeza del detective, es decir narrando en primera persona, sería muy fácil caer en la pérdida de credibilidad frente al narrador porque sentiríamos que nos está ocultando información. Básicamente es la mejor estrategia para que haya una adecuada complicidad entre el lector y el autor. 

El mejor ejemplo de narrador testigo en novela policiaca es el doctor Watson de Sherlock Holmes. 

Tenemos a un detective que excede, por mucho, las capacidades deductivas de cualquier mortal y si estuviéramos en una versión en primera persona sería mucho más fuerte el impacto, pero podrían pasar dos cosas: que odiemos al insufrible sabe lo todo o que al intentar mostrar su proceso nos veamos superados por el mismo. Al poner a un tercero entre nosotros y el protagonista Arthur Conan Doyle logró varios elementos: incrementar el suspenso en la acción, hacernos admirar al detective, filtrarnos sus excentricidades y ayudarnos a empatizar con Sherlock.

El asesinato de Roger Ackroyd es narrado por el doctor Sheppard, un médico rural de comienzos del siglo XX que vive con su hermana Caroline y, que debido a su condición de médico y a que su hermana es la agencia de inteligencia de King’s Abbot, está al tanto de todo lo que sucede en el lugar.  Todo comienza con un posible suicidio por sobredosis de somníferos y se continua con el asesinato del potentado Roger Ackroyd la siguiente noche. Para desgracia del asesino, Hercules Poirot, el más famoso detective privado, se ha retirado recientemente a este pueblo  a sembrar calabacines y eso acaba con su crimen perfecto. 

El doctor Sheppard es un personaje muy bien construido porque desde el inicio nos muestra quién es él, sus virtudes y sus defectos. 

Agatha Christie desarrolla con detalles significativos la relación con su hermana Caroline, al comienzo de la historia es potente el hecho de que él se demore en el rellano de la entrada y luego que su hermana le cuente, sin salir de casa, todo lo que el sabe lo que lo induce a negar sus certezas solo para robarle por un instante que tenga la razón. 

La narración que hace el doctor es potente no solo por el nivel de detalles que nos permite observar las pruebas sino por las cosas, que él mismo nos cuenta, que dejaba en la sombra. 

Si quieres más información te invito a que escuches el segundo episodio del Podcast en el siguiente link: 

 

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No necesitas ser famoso para llegar a los 10 finalistas del Premio Planeta

  • Para la edición LXVIII de los Premios Planeta (2019) se presentaron 564 novelas a la consideración del Jurado.
  • El ganador del Premio 2019 fue Javier Cercas con su novela Terra Alta y el finalista fue Manuel Vilas con Alegría.

Soy un ser atacado, es decir que no veo la hora de que las cosas sucedan y por ello había tomado la decisión de autopublicar mi libro. Dediqué dos años al proceso de creación y no quería esperar para ver mi libro en las librerías. Hice todo el recorrido de selección y llegué a tener el borrador del contrato definitivo. Solo faltaba firmar el contrato. 

En ese momento, Pau Pérez, mi profesor de L’Escola D’escriptura del Ateneu Barcelonès, me sugirió que, antes de tomar esa decisión, recorriera el camino de los concursos y para ello me dirigí a la página escritores y ver que concursos estaban abiertos en ese momento. Sin mayor conocimiento sobre el tema encontré que el Premio Planeta 2019 tenía abierta la convocatoria y decidí que ese era el mío. 

El 13 de junio de 2019 tomé un sobre y envié mi primera novela: 5.749 días. Algo raro hice porque quedó registrada bajo seudónimo aunque Ana es mi primer nombre. El libro llegó a manos del jurado solo. No tengo agente literario y nadie habló en mi favor. 

El ocho de octubre casi me da un infarto. Estaba almorzando en coworking Bitàcola con mis compañeros y al entrar a Twitter me encontré el comunicado de prensa en la cuenta de @planetadelibros:  

Pasó lo que tenía que pasar: me ataqué a llorar de la felicidad y empezó una de las semanas más extrañas de mi vida que culminó con un sexto puesto, compartido con La cunda y la luna de Pedro Manuel Fraile Pérez y Dios no baja a los infiernos de Luis Aleixandre Giménez. y la sensación de haber sido graduada como escritora. 

No sé cómo funcionan los concursos, sé los rumores que siempre circulan, pero lo que puedo afirmar rotundamente es que para llegar a los finalistas del Premio Planeta el único requisito fue presentarme. 

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La historia de un gato

Hay una frase que me taladra constantemente la cabeza: “Que el privilegio no te nuble la empatía”. 

Es curioso, pero duele aceptar que se es privilegiado. He tenido la suerte de no carecer de nada gracias a que mis padres salieron adelante a través de sus esfuerzos. Soy blanca, de origen latino, pero blanca para efectos de pasar por perfiles de seguridad. Tengo mis tres comidas diarias garantizadas, un techo sobre mi cabeza, he podido garantizar la educación de mis hijos. Mis temores están vinculados más a perder mi posición que a ganarla. No por ello he dejado de ver el mundo y sus injusticias.

La principal razón que me lleva a no querer que el mundo se mantenga como está es mi papá. No es una posición generosa, todo lo contrario, viene del egoísmo, porque si el mundo no cambiara, si el mundo siempre fuera el mismo y sólo quienes tienen pudieran tener, yo no tendría nada.

Mi papá nació en condiciones económicas complejas. Mi abuela quedó viuda muy joven con cuatro hijos pequeños y una única entrada de dinero para mantenerlos. Ella vendía boletos de tren en la estación de La Esperanza, en Cundinamarca, e hizo con lo poco que tenía lo que pudo.

Mi papá de niño trabajó como “gato” cazando ratas en un cultivo de maíz en la finca que muchos años después terminó comprando, se pagó su carrera de abogado siendo mesero del hotel Tequendama en Bogotá, y siempre encontró el camino para salir adelante sin dejar atrás a quienes lo acompañaron en su travesía. No puedo estar más orgullosa de él, y lo último que haría es negar su recorrido, porque ese recorrido lo forjó a él y me permitió ser quien soy. Me enorgullece que mis apellidos no sean de la nobleza de los títulos sino de la nobleza del trabajo.  Soy la hija de un campesino.

Hoy el mundo está en crisis y creo que eso está bien. Jane Elliott, activista antirracismo, pregunta si en mi condición de persona blanca estaría feliz de recibir el mismo trato que recibe un ciudadano negro. Mi respuesta indudable es: no. Eso significa que sé lo que está pasando, no quiero que me pase a mi y por ello Elliot me invita a pensar por qué estaría dispuesta a dejar que les pase a otros.

No, no me gustaría vivir en las condiciones que tienen que soportar los negros, ni los indígenas, ni los lideres sociales en América Latina, ni los inmigrantes pobres en Europa y tampoco estoy dispuesta a seguir mirando hacia otro lado porque es más cómodo cerrar la boca y continuar disfrutando de mi maravilloso paraíso.

¿Qué puedo hacer? Desde el oficio que escogí: escritora, tengo la posibilidad de prestar mi mirada, tengo la oportunidad de ayudar a otros a ver distintas perspectivas, a mostrar su punto de vista. No porque yo tenga la certeza de la verdad, que no la tengo y ojalá jamás me sienta dueña de ella, sino porque mi talento está en poder mostrar los grises. Ver los extremos, esas posiciones que ven todo en blanco o negro, es muy fácil porque están llenas de certezas, no verdades, que interrumpen la comunicación. Mi propósito es mostrar todos los ángulos y ayudar a construir soluciones de convivencia desde una mirada más compasiva, más empática, más ecuánime. No porque yo crea algo significa que es la única verdad.

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